El sol del atardecer convierte a la torre en algo mágico. En una elegante protagonista que, en un refulgente contraste de tonos cobrizos con el níveo blanco de la arquería, se levanta con hidalga y serena gallardía. Y para complementar la cautivadora escena, las siempre sugerentes nubes de acolchado gris algodón.
Con el mejor fondo: el cielo de Llerena.
Y, lo más curioso, en primer plano, la oscura silueta de un espectador que parece estar fuera de la foto. Vamos a soñar: seamos cada uno de nosotros ese observador, disfrutando, desde el tiempo y la distancia, de ese emotivo sentimiento agridulce de la nostalgia. De los recuerdos... de lo vivido en Llerena.
Magnífica foto. Gracias
(PD. Victor me ha enviado más fotos, todas muy buenas, que subiré a la galería en breve)