miércoles, 21 de mayo de 2008

Nublados

Recordamos con especial cariño aquellas postales de la memoria en las que aparece una Llerena nublada.

En romántico contraste con el implacable estío pacense, los cielos nublados nos regalaban un refresco para el espíritu.

Estampas de paisajes de algodón que si bien por aquellos entónces no valorábamos en su poesía, ahora se nos antojan de una belleza tal que nos invitan al disfrute y a su contemplación en el recuerdo.

Las nubes oscurecían la mirada. El azul del cielo se tornaba gris, a veces negro amenazador... Paradójicamente, el blanco de las casas se volvía más limpio, níveo, ebúrneo. Se acentuaban todos los tonos cromáticos.

Era como si el cielo encapotado de Llerena te arropara, te llevara de la mano a un dulce recogimiento del ánimo, a un bucólico volver a tus asuntos.

A regresar a tí mismo.

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