martes, 13 de mayo de 2008

El tren

El tren... eterno evocador, un romántico y encantador cómplice de aventuras, casi nunca realizadas....

Por su belleza, reproduzco el primer premio de Relatos Cortos de Renfe:

Primer premio: Carmen Iglesias Vázquez

La misma hora, el mismo tren, las mismas caras. Sube. Se sitúa junto a la puerta. Mira como cada mañana los rostros de sus compañeros de viaje y sonríe para sí. Él es feliz. Espera en el mismo andén de cada día, se sitúa exactamente en el lugar donde el tercer vagón descarga a sus pasajeros. Espera. Bajan. Suben. A ella le gusta ser la última. Él aspira su perfume como cada mañana. No sabe que ella ha dejado pasar dos trenes por verle.

Ella, nerviosa, le mira. No sabe que él ha dejado pasar dos estaciones
por respirarla.

3 comentarios:

  1. Yo, no sé en vuestra época, pero en los 50 y bien entrados los 60, esa estación, los domingos después de misa de 12, era un hervidero. Sobre la 1:30, mientras cambiaban las locomotoras de los correos de Mérida y Sevilla, paseábamos por el andén hasta que se marchaban.
    ¿Cutre? ¡Quizás! Pero no había otra diversión. Y de ahí a La Casineta, Los Claveles o En Ca'lasorda a tomarnos un "quinto".

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  2. No me parece para nada cutre, Antonio. En nuestra época no frecuéntabamos la estación precisamente para pasear por el andén, pero para mí siempre ha sido un sitio especial; cargado de emociones. Soy de las que se pasaría horas observando las reacciones de las personas que reciben o despiden; de los que llegan o se van y escuchando el sonido del tren con su carga de sentimientos. Y luego.. por supuesto, a Ca la Sorda (si todavía existiera) a tomarme ese quinto que dices (aunque tuviese que llamarle botellín).

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  3. Gracias por tu amable observación, Maribel.
    El interrogante “cutre” viene a cuento porque, cuando he referido en reuniones esta costumbre ha habido quien no comprendía que teniendo un parque o una plaza como la nuestra, fuésemos a la estación a pasear. Cómo explicar que, aparte el entorno social de las caras conocidas cruzándose una y otra vez, tienes el aliciente de un gran escaparate lleno de caras nuevas, desconocidas, caras bonitas, feas, exóticas, expresivas, impávidas... Todo un mundo de imágenes y sensibilidades. Y otra cosa, en Ca`la Sorda también podías tomar un vermut (de garrafa), lo llamábamos “un cachondo”.

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